domingo, 17 de octubre de 2010

Un litro de leche y tres panes, veintiún pesos

A La Catrina Trina se le ha hecho difícil respirar, quizá por tantos cigarros que fuma entre las noches, ahí afuera del comedor, en el patio, cuando su casa duerme y sólo con ella se desvela la luz de la cocina, que la ilumina a medias, nomás para asegurarle en donde pisa. O quizá le cuesta respirar porque es una ridícula que quiere hacerse sufrir diciendo que duele sentir celos, duele sentir los incontables cuerpos de la soledad. Pero ella no está sola, es una necia a quien le gusta sentirse así, porque, ¿tú quien eres para venderla a la soledad? Aunque cueste trabajo admitirlo, todavía no eres nadie.
Es una ridícula al que le gusta decir como pretende tomar inspiración de ti, ayudándote a trascender, inventando el colosal recuerdo que no te has ganado.
Esta noche, en la que ya está harta de fumar, porque los cigarros y no tu ausencia han alzado una maldita sed que no calma el agua, ni la coca, ni un pinche tequila, se dispuso a escribir cómo te imagina.
Escribiendo, los tosidos de su hermano en la habitación contigua son una tibia señal reconfortante, mientras tú, durmiendo a brazos de tu madre, ni te da curiosidad del lugar que te reservó en la memoria; si el de las de ayer, las de mañana, o las de nunca.
A brazos de tu madre, con la boca abierta, ensalivándote la cara, pero no como Trina te ensalivó el cuello, el pecho, la espalda, los brazos,  las piernas, las nalgas; sueñas en tu casa, en tu corral, donde tienes conejos blancos, grises, negros, azules, violetas, y los tienes para con sus orejas hacer la cortina que tanto has querido, esa que piensas poner en tu cuarto, o en el de ustedes. Esperas que los conejos se resistan a ser amputados, para tu fortuna estos ni se asustan, ni corren, se arriman a tus guaraches a los que muerden poquito, para que les cortes las orejas y después seguir jugando en el lodo, fornicar de vez en cuando, tragándose las tortillas y la comida del miércoles, a la que ya le salieron hongos.
Y mientras tus ronquidos son el faro de las moscas, la catrina escribe sentada en el sillón, respirando a jadeos como todos los días, y si gustas pregunta por el que quieras, tarareando una eutanasia, pues es la única forma de donde sabe tomar valor, del dolor, de las mentiras. La Catrina Trina piensa en esa noche, en la canción:  no me hubieras dejado esa noche, porque esa misma noche encontré un amor, y así fue, exactamente así fue, después de haberle dicho esas únicas 9 palabras, siguió caminando y a los 27 pasos se topó con otra, ésta no habla, tampoco ve, y creo que tampoco escucha, pero si camina y desde que se vieron ella sigue a trina, trina le habla y no sabe si ella  entiende, Trina no comprende a ella con sus señas, sólo sabe que se llama luna.

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