domingo, 26 de septiembre de 2010

Dulce despertar


“me voy a trabajar, nos vemos después” decía la voz de su madre detrás de la puerta antes de que La Catrina Trina asintiera con un gemido sonámbulesco, sin abrir los ojos y estando aun con las sábanas hasta la cabeza. No le preocupó la hora que pudiera ser y decidió no levantarse todavía, intentó poco a poco volver a sumergirse en el sueño quieto y pesado que le acompañaba durante toda la noche (o día) que había estado durmiendo.
Tiempo después, lo suficiente como para que una mente fatigada vuelva a esa tierra de descanso, otro ruido mucho menos afable comenzó a molestarle de nuevo, el ventilador del cuarto chillaba y chillaba pareciendo estar empeñado en terminar con su paciencia. Trina creyó que las ganas de molestar del aparato serían menos que sus ganas de dormir y pronto terminaría ese fastidioso sonido, para su sorpresa no sucedió así, a cada momento el ventilador parecía girar más rápido y sus chillidos tomaban más agudeza y volumen, en un acto de orgullo, la catrina se dijo a sí misma que un ventilador a medio funcionar no iba a vencerle, así que colocándose boca abajo usó la almohada para presionar sus oídos con la mayor fuerza posible.  Su sueño se iba por la ventana, por debajo de la puerta y por donde quiera que pudiese, y el juego no parecía terminar nunca. 
Como signo de desesperación más que otra cosa, Trina tensaba los dientes, la almohada en sus oídos, sus escuetos brazos, cada uno de sus músculos utilizaba su fuerza para desde la cama, hacer estallar ese ventilador del cual notó las mismas intenciones para con ella, conforme la catrina tensaba más el cuerpo, los chillido y giros del ventilador se hacían con más fuerza, es así como entraron en una batalla a muerte en la que perdería el primero en estallar. Habrá que decir que en algún momento Trina pensó en desistir, su cuerpo comenzaba a flaquear y con el último de los respiros su oponente en medio de un trueno dejó escuchar su rendición. Sorprendida de lo que había logrado, por primera vez en el día Trina salió de la cama disparada con el corazón golpeando y abollando su caja torácica, intentó mirar alrededor pero no entendía lo que pasaba, una oscuridad interminable no le dejaba ni siquiera mirar sus descarnadas manos, claro que ahí las tenia, las podía tocar, pero no veía nada, a tientas y tropezando con una infinidad de cosas que ahora ya no sabía lo que eran, salió del cuarto, se arrastraba, caía, se levantaba buscando una luz que le dijera a dónde ir, mas lo que llegaba a sus ojos no eran imágenes del entorno, sino otras: fueron apareciendo de a poco su páncreas fatigado y enfermo, el exceso de glucosita en el torrente, jeringas atiborradas de insulina y se dio cuenta de todo; en este país la diabetes es la mayor causa de ceguera y al parecer La Catrina Trina comenzaba a formar parte de esa estadística. Se quedó tirada, inerte a un lado de la puerta de entrada, pasaron horas y la euforia fue difuminándose, fue aceptando el hecho y la tranquilidad se hizo de ella hasta que volvió a dormir sin darse cuenta.
“me voy a trabajar, nos vemos después”, creyó haber escuchado eso antes, súbitamente se levantó, busco desesperadamente con la vista y el ventilador aún estaba ahí. 

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